Angelina Lamelas es una escritora que cincela el lenguaje,
y pule y corrige las palabras y las frases hasta que el relato fluye
pletórico de contención y de comunicación.
Porque el arduo trabajo de refinar el estilo no está reñido
en absoluto con la transmisión de emociones y sentimientos.
«Más valen quintaesencias que fárragos»,
aseveraba Gracián. Mas el indispensable distanciamiento brechtiano
se hermana en sus cuentos con la cercanía afectiva al lector.
En este delicioso libro Angelina narra de mano maestra
lo que le pasa, sus recuerdos docentes en Francia e Inglaterra,
su encuentro con un francés en la Almudaina, sus experiencias
itinerantes, las cosas que perdió en los viajes, pequeñas
anécdotas familiares, cotidianas, que su arte eleva a categorías.
Siempre sugiriendo más de lo que expresamente cuenta, la
autora nos encandila con su humor, con su gracia alada, con sus
ensoñaciones, y al acabar de leer sus relatos breves uno
tiene la impresión de que encierran mucho más de lo
que las palabras denotan.
Esta nueva obra de Angelina Lamelas raya en la perfección.
La autora alcanza con estos relatos su plenitud creadora. Unos cuentos
que, como dijo en su día Medardo Fraile, «están
escritos con una belleza deslumbrante al alcance de todos, con humor,
soberana gracia, precisión ejemplar, originalidad gozosa,
y andan con paso de pies de ángel».
Angelina Lamelas ama la vida, a su familia, a sus
amigos. Y comparte su amor con los lectores, en estos cuentos que
nos dejan tocados por el gozo de vivir.
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