Ana de la Robla no es autora primeriza en Valnera,
sino que ya publicó en el número 2 de esta misma colección
un conjunto de ensayos singulares: La propia habitación.
En esta nueva ocasión, la escritora retoma uno de sus géneros
literarios predilectos: la poesía.
No es la noche es un libro más intenso
que extenso: se trata de treinta poemas distribuidos en tres actos,
que funcionan como piezas de cámara, condensadas y sin fisuras,
muy atentas a los meandros implacables del lenguaje y, a la vez,
al poder evocador de las imágenes. Las dos primeras partes
fluyen de forma independiente para ser rescatadas en la tercera,
que de algún modo anuda los cabos pendientes en las previas.
La poeta indaga en temas que siempre han captado su
atención el paso del tiempo, el antídoto que
supone la memoria, la creación como acto libre y penitencial,
la esencia perenne del instante, las contradicciones íntimas
que nos imponen nuestras elecciones, sin dejar por ello de
atisbar entre las más inclementes astillas de la cotidianidad.
En No es la noche hay lugar también para un diálogo
entre la fuerza avasalladora de la luz que ilumina los recónditos
hallazgos del recuerdo y la fiereza ineludible de la «buena
noche» contra la que nos prevenía Dylan Thomas
A pesar de constituir una obra de contrastes, «son
el tono mesurado, apacible, y la emoción contenida, los que
imponen su ritmo al libro», como señala Antonio
Colinas en su breve pero certero prefacio al poemario.
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