«Qué peligroso es volver. [...] El regreso
a los lugares después de varios años es oficio de
sepultureros. A las ciudades que alguna vez fueron de uno como
los bosques todos son de Diana, que decía Calímaco
hay que retornar con una pala, y dispuesto a llenarse de lodo las
rodillas. Los cadáveres acaban siempre tomando su revancha
con los vivos. Es natural. [...] Volver la vista atrás es
sumir lo bello en el reino pestilente de las sombras, ser necios
como Orfeo: perder lo poco que un día fuimos por la gracia
del azar o la memoria, que siempre nos complacen».
Así comienza uno de los textos de este libro
de Ana Rodríguez de la Robla: un conjunto de lúcidas
reflexiones sobre literatura, arte, música, cine, ciudades...
Con su mirada perspicaz, la autora desgrana asuntos tan dispares
como la historia de Judith y Holofernes, un cuadro de Hammershøi,
un muñeco de nieve en el palacio de los Medici, el misterio
de la música de Biber, un pasaje de Blade Runner,
una tienda de muñecos en París, las caprichosas formas
de una roca... y los presenta al lector desde una óptica
especial, arropados en un estilo minucioso y poético que
filtra un rayo de luz en el desván de su mente, en su propia
habitación.
Sesenta y un breves capítulos que constituyen
emotivas píldoras de creatividad, a las que es preciso ahora
sí volver una y otra vez para apreciar los bellos matices
de una prosa límpida y de calidad.
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